por Leonardo Palacios Márquez
A Miguel Osío Zamora, Director de Econoinvest,
a quien le invirtieron la presunción...
El hombre en su afán de vivir se vuelve egoísta, transforma la cotidianidad del instante en una vacuidad del ser en que solo le importa aquello que puede serle útil o cree, falsamente, que le da utilidad. Egoísmo puro.
Un egoísmo que aísla, que hiere cuando olvidamos a quienes nos rodean, que congela la calidez de lo fraterno y se convierte en ponzoña destructiva.
Es necesario hacer un alto, elaborar un balance de lo vivido, sacar el activo de lo extraordinario que nos deja la interacción abierta de quienes aún, en lo pasajero del momento y en la fugacidad de la existencia, nos dejan una impronta. También tratar de determinar el pasivo corrigiendo errores, la dejadez que da el olvido o la indiferencia ante quienes ese egoísmo del diario vivir se ha quedado en un rincón careciendo que a nosotros puede sobrarnos.
En ese balance surge como una de las partidas de la contabilidad de mi vida, un amigo: Miguel Osío Zamora: un venezolano emprendedor, reconocido mecenas, respetado en el vertiginoso y global mundo del mercado de valores, hijo que con pasión noble hace llevadero a sus padres la intranscendencia de la ausencia que hacia ellos siente los hijos en su despegue del hogar; padre denodado que carece hoy de lo que usted y yo tenemos: libertad.
Un venezolano víctima de la violencia del Estado, objeto de la razzia a las que el poder deslegitimado en el ejercicio suele acudir para garantizar la más abyecta sumisión o dirimir las contradicciones en su seno.
Una libertad que le ha sido arrebata por rábulas del derecho, tercamente negada por quienes espantan la justicia del templo de la legalidad y obstinadamente obstaculizan su ejercicio por la manipulación de los valores que la hacen derecho esencial del hombre y combustible de la dignidad.
En la audiencia del pasado martes 23 de agosto, transcurrida en el juicio a "los directores de Econoinvest", en el cual la legalidad pisoteada es una excusa, donde la justicia un títere que pretende infructuosamente justificar el arrebato de la libertad, Miguel se dirige al juez de la causa, "en nombre de (sus) hijos Rodrigo Miguel y Ricardo Alejandro".
Miguel, en el respetuoso y nada altivo leguaje de un elegante litigante y curtido respeto al Estado de Derecho, seguro de la inocencia que todos le reconocemos, increpa al juez en relación con la función de las leyes y le manifiesta: "Las leyes tienen como objetivo darle al ciudadano seguridad jurídica y darnos la certeza de andar dentro de los parámetros de la legalidad. Eso no puede ser solo una sensación, tiene que ser una realidad concreta y material"
Miguel Osío, en su exposición fundamentada en el ordenamiento jurídico, sin recurrir a "interpretaciones melcochas" o acomodaticias, advierte el riesgo para la sociedad y la indignación que causa la conducta de quienes incentivan la violación del contenido y espíritu de la ley "con falsos argumentos y teorías que, como "gandola jurídica", arremete contra su espíritu y los principios fundamentales de legalidad, tipicidad e inocencia que sustentan el sistema penal y judicial".
Como abogado y profesor universitario, coincido con Miguel cuando afirma que "la mejor defensa que tiene la sociedad es la solidaridad contra los abusos de poder que surgen de la injusticia y las arbitrariedades. Una sociedad que vive bajo los parámetros de inseguridad jurídica y, consecuentemente, bajo la opresión de las injusticias y arbitrariedades (…) es una sociedad que, sin duda alguna, se convertirá en corrupta e inhumana, porque más allá de la ley y la justicia, lo que hay es el salvajismo propio de nuestros instintos básicos. Y, entonces, buscaremos doblegar al otro, violar los derechos humanos del otro, seremos destructores en vez de constructores, envidiosos del éxito del otro, en vez de emularlo, nos hundiremos moralmente perdiendo cualquier parámetro de ética".
En un agónico llamado, que solo puede pronunciar quien enfrenta con dignidad, no exenta de dolor el arrebato injusto e inconstitucional de su libertad, Miguel le señala al juez que "no es concebible que llevamos más de dos años presos sin haber cometido delito alguno. Pareciera que el principio constitucional de 'Se Presume Inocente' se ha convertido en 'Se Presume Culpable', haciendo que el precepto de nuestra carta magna: la libertad es inviolable, se convierta solo en un Sueño de Libertad. ¡No permita ciudadano juez que esto ocurra! La injusticia, señor juez, es glotona, se devora todo, y como Saturno devoró a sus hijos para que ninguno ocupara el trono del Olimpo, la injusticia se devorará no solo a quien la sufre, sino también a quien la promueve como a quien la ejecuta. Señor Juez, sin justicia, no hay libertad, sin esta la vida se reduce a un devenir insípido y sin sentido. A eso, señores Fiscales, se ha convertido nuestra vida en estos dos últimos años. Ustedes no han perdido nada! Como señalan en su exposición oral. ¡Nosotros sí!, nuestras esposas, nuestras madres, padres, hermanos. Pero, por sobre todo, las víctimas reales de esta injusticia son mis dos hijos menores: Rodrigo Miguel y Ricardo Alejandro, quienes han tenido que crecer sin la presencia de su padre, como los hijos de mis compañeros. Señor Fiscal, esto comenzó por un grave error, y eso es humano, normal, pero el orgullo nos hace mantenernos en él. El mejor momento para rectificar es aquel en que se ejecutan los actos. No sigamos empeñados en sostener este error. Y me uno a Cervantes, cuando Don Quijote dijo: 'La Libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombre dieron los cielos; por ella se puede y se debe aventurar la vida…'. Yo estoy dispuesto hacerlo, ciudadano juez; he dejado, en estas largas horas, todo mi ser por obtener esa libertad que merezco. Que mis hijos merecen. Estoy dispuesto a dar la vida para conseguirla y limpiar mi apellido por y para mis hijos. Y espero señor juez que usted esté dispuesto a implantar justicia".
La presunción de inocencia es un derecho no negociable e irreductible, más cuando es el propio Estado (los órganos del Poder Público y su ordenamiento) que reconoce como legítima los actos que se dicen contrarios a derecho y que ahora antijurídicamente los presentan como ilícitos.
La libertad es un derecho esencial que a nadie puede ser arrebatado con manipulaciones y engaños.
Sé Miguel de tu lucha, que la mayoría de quienes te conocen a ti y a tus compañeros de injusto cautiverio, respetan tu trayectoria y su verdad: la inocencia.
El Mundo, 28/08/2012, 21
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