“Sin justicia, no hay libertad,
sin ésta la vida se reduce a un devenir insípido
y sin sentido”
Miguel Osío
Alguna vez escribí, que el tiempo no es más que la conciencia que tenemos de nuestra propia existencia. Nunca somos tan conscientes del tiempo que transcurre como cuando lo vivimos intensamente, o cuando es de su discurrir que dependen nuestras vidas o nuestras ilusiones. Un instante puede parecernos una eternidad, y una eternidad puede convertirse en un simple y breve momento, dependiendo de la forma en que nuestras emociones y circunstancias nos fuercen a vivirlos.
Reflexiono sobre mi amigo Miguel Osío, uno de los gerentes detenidos por el caso de Econoinvest, cuando ya lleva, al lado Ernesto, de Hermán y de Juan Carlos, mucho más de dos años literalmente secuestrado por un poder judicial (así, en minúsculas) que ha decidido someterse a los dictámenes del ejecutivo, y no como debería ser, a los de la Constitución y las leyes; para ellos este tiempo ha debido sentirse como una inhumana eternidad.
De todos ellos podría hacer una semblanza especial, pues todos son grandes emprendedores, lo que en un país como este es por sí mismo un acto de heroísmo, que además tuvieron una visión financiera, social y de nación que les llevó a ser los primeros que con sencillez y claridad, pusieron al alcance de miles de ciudadanos ese complicado y difuso mundo que era para muchos de nosotros el de las bolsas de valores. Si en algún momento, para tratar con ello de proteger nuestros pocos o muchos ahorros contra la volatilidad económica de este gobierno, en verdad se “democratizó” el mercado bursátil, fue de la mano de ellos, que no sólo comprenden y comprendían las bolsas de valores y sus manejos, sino además entendían que detrás de cada inversión y detrás de cada bolívar que se les confiaba, estaba un cúmulo de sueños y de ilusiones personales, sobre el que de alguna manera también asumían, con honestidad y eficiencia, la responsabilidad.
Podría también decir, que fueron unos de los pioneros en el fomento de las artes nacionales, promoviendo y apadrinando, a través de la Fundación para la Cultura Urbana, a nuestros talentos literarios, musicales y artísticos en general, y dando cuenta con ello de que sus apuestas y sueños estaban acá, que no en otras latitudes. Si algo puede decirse de Miguel, de Hermán, de Juan Carlos o de Ernesto, así como también de Gabriel Osío (el hermano de Miguel) y de otros gerentes y directivos de Econoinvest, es que siempre tuvieron claro que además de la tranquilidad económica (a fin de cuentas todos necesitamos llevar el pan a la mesa), el ser humano necesita del arte, la literatura y la música, y de la espiritualidad que de estas nace, para estar completo y feliz. Nos ayudaron, a miles, a proteger nuestro dinero, a pensar en opciones legítimas y válidas que iban mucho más allá de la simple consignación de la plata en una cuenta de ahorros, pero lo hicieron además con una profunda sensibilidad y con una indiscutible conciencia social que nada, ni siquiera el terrible abuso al que han sido sometidos, puede escatimarles.
Sin embargo escribo hoy especialmente por Miguel, a quien conocí en la universidad y con el que compartí y comparto, no sólo experiencias laborales, sino además una sincera y sentida amistad. Pienso en Carolina, su esposa y en Rodrigo y Ricardo, sus hijos. Pienso en sus hermanos y en sus padres, y siento la necesidad de rendirle un homenaje que le recuerde, Dios quiera que pueda leer estas líneas, que este gris episodio de su vida no es más que un momento en el tiempo, uno que también pasará, uno que le dignifica y que les ha revelado a todos los que no le conocían su verdadera esencia humana y su bonhomía.
Miguel ha sido forzado, con sus compañeros, a llevar la pesada carga de quienes, siendo inocentes, son estigmatizados por el poder como culpables por felonías no cometidas. Ha sido encarcelado bajo las banderas de la mentira y de la conveniencia política, ha sido víctima de la burla a cuanto precepto legal ha sido justamente alegado a su favor sólo para mantenerle en la ignominia, pero aún así, su alma se ha mantenido incólume. Otros, lo hemos visto en estos días, sometidos a presiones y a tentaciones que comparadas con las que han sufrido y vivido nuestros amigos de Econoinvest son francamente risibles, sí han vendido sus valores al mejor postor por piches treinta monedas, mientras que por el contrario Miguel y sus compañeros se han mantenido estoicos en esta lucha, que ellos lo saben, ya no es sólo por su libertad: Es la lucha por el rescate de valores que hace mucho tiempo, especialmente para el poder, ya no tienen sentido y se han perdido. Valores que debemos recuperar si es que en verdad queremos reconstruir nuestra nación desde lo mejor de nosotros, lo que nos une, lo que nos hermana, que no desde lo que nos separa, o desde lo que nos pretende forzar a creer en mentiras y a vernos como enemigos a muerte.
Ya antes también me había invadido este sentimiento de indignación, que ahora me acompaña cada vez que sé de alguna nueva trapisonda o de un engaño más en el juicio que se sigue a los gerentes de Econoinvest. Recuerdo la brega con Francisco Usón, a quien el poder, sirviéndose de las mismas triquiñuelas y de las mismas mentiras, apartó por años del abrazo cotidiano de su familia. Recuerdo los abusos contra Otto Gebauer, contra los comisarios, contra Cedeño, contra los Guevara, contra Afiuni, contra los PM, y contra tantos otros (les ruego me excusen que no los nombre a todos), y también recuerdo lo que en ese momento me hicieron sentir tales desmanes. Recuerdo las horas de espera en los tribunales por decisiones que nada tenían que ver con la justa administración de justicia, que siempre eran “consultadas” previamente con quienes nos dirigen y que venían siempre “cantadas” desde Miraflores.
También amigo Miguel, ahora que escribo recuerdo que tan gruesas facturas no quedaron ni van a quedar pendientes por pago, y lo que es más importante, recuerdo también el honor y la dignidad con los que Usón, Gebauer y tantos otros que han pasado por lo mismo que tú estás viviendo ahora, le dieron la cara al mundo, a sus hijos y a la libertad cuando ésta por fin, como les llegará a ustedes, les llegó a ellos.
Se los aseguro Miguel, esto que viven tú y tus compañeros en este momento, no es más que un muy difícil instante en el tiempo. Uno que sé que a veces pareciera ser, aunque no lo es, una eternidad. Uno que más pronto que tarde terminará, ya lo verás. Uno que a ti, a tus hijos, a tu familia y a tus amigos, les dejará para siempre el orgullo imperecedero de saberse protagonistas y partes de la historia de esos seres humanos especiales, esposos, padres, amigos, amantes de las artes y de la ley, que pese a las terribles privaciones que sufrieron y que sufren, siempre fueron honestos y se mantuvieron, contra toda adversidad, fieles a sus principios y a sus valores.
LaPatilla.com, 16/09/2012, enlace al original
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